jueves, 7 de abril de 2011

Calla


No hablaré de la tremebunda victoria sobre el Shaktar, por más que mi casera me felicite por sms por la manita, ni del vecindario gitano de la calle que calla, que se regocija recogido, ni de que Guardiola sonría mucho y pesimista con motivo, ni de la escasa (victoria) del Manchester sobre el Chelsea, ni de la abultada, anteayer, del Madrid, que vapulea al Tottenham, del que era acérrimo mi mejor profesor de inglés, que no el primero, en Carlos iii, ni de la increíble del Schalke de Raúl contra los campeones de azul y negro, en su casa; no hablaré de los gatos que maúllan a altas horas en plena pelea o en celo, ni de los amigos cuyas palabras amables, o el eco de las mismas, me desvelan; nada diré de las conversaciones que matan del todo en vísperas de un partido crucial, ni de los negros que te dan un «high five» con cada gol que hemos metido, ni menos de quien no sepa qué es un «high five», o choca esos cinco, que cinco han sido; nada diré del sudor de los pies nada más ponerme los crocs regalados por ella sin que amanezca siquiera, en cuanto canta el gallo; no voy a hablar de los extraños bocinazos una calle más abajo a las 5:25 ni de la furgona que arranca y para y ronronea un rato como un gato mientras los gatos siguen de pelea; nada voy a decir de los mecheros perdidos por fin, al cabo de casi veinte años de llevarlos en el bolsillo, que no son nada; nada diré de los amaneceres torcidos de frente, ni de los atardeceres siniestros por la espalda, ni de las faltas de asistencia a las presentaciones de los amigos que encima cumplen años el día en que presentan libro, ni de la distancia ni del dolor ni de la ausencia; no voy a hablar del despertador que suena cuando uno está despierto y no despierta nada, y eso que suena dos veces, a las 6:10 la primera; nada diré de los cantos de las aves o los ruidos de los pájaros, según se mire, y de la tos matutina, que hoy es más acusada, ni de las novelas malas que hoy se acaban: no voy a decir nada del asombro del profesor que cobra lo suyo por lo que de buena gana habría pagado; no voy a hablar de las rarezas de la asistenta, ni de los zumos de las naranjas pequeñas, ni de los descosidos en el jerséi, ni de las faltas de ortografía, ni de la poesía de Caballero Bonald, Somos el tiempo que nos queda, comprada anteayer por segunda vez, que la primera está ¿en casa?, corregida y aumentada, tras meses sin comprar un libro, y buscando el de Marías, Los enamoramientos, que llegará mañana; no hablaré de la congoja cigarrera, ni del zumo de naranja, del que no sé si he dicho nada; nada diré de las frases ideadas en la cama, que luego no se trasladan a la página; de la ceniza en el teclado no diré nada; tampoco voy a hablar de las incertidumbres y de las certezas, de las bocinas de los repartidores, de las moscas, de William Gaddis, porque más vale Richard Holmes y la paz reinante; no diré nada de Huckleberry Finn, de los temblores, del Tullamore Dew, de Walter Benjamin, de la Volkswagen, de Vodaphone, que no llaman, de los Marlboros, cortos del flamenco que entra a deshoras por la ventana, ahora que se avecina el día mundial de la etnia gitana, ni sobre las reiteraciones del no, que son rechazos planos, ni sobre las travesías del desierto, que son lo que toca, ni sobre las moscas pasajeras y las avispas atrapadas entre dos láminas de cristal, ni de las gorditas de ojos muy azules, claro, a las que uno se encuentra en la cola del banco, con escotes vertiginosos, aquí se quiebra la rima y se afina la mirada; no voy a hablar en el fondo de nada, pues nada quiero decir y digo en cambio nada.

2 comentarios:

  1. Pues para callar y no decir nada, nos has puesto al corriente de so many vicisitudes (bonita palabra), pensamientos, sensaciones, dolores y de menos gozos y placeres. Que el buen rollo te acmpañe!

    ResponderEliminar
  2. Es una bella palabra y es una realidad la vicisitud. Al final llamaron de la Volks y de Vodaphone, y mi niña tiene coche y yo adesele, pero sobre todo tengo a una lectora como la copa de un pino, que eres tú, tía. Hoy me llevo a un cuentacuentos a mis sobrinas del sur. Dos gitanas y una más paya que yo. Lo contaré despacio.

    ResponderEliminar