No hay nada más triste que una pareja que llega con su hija a la playa a la una y media y son la viva imagen de la felicidad. Ella no se desviste, él va en bañador. Juegan al balón, claro. Vuelan cuatro cruceros, dos a levante, dos a poniente, llenos de personas moderadamente felices. El mar a tres colores. Rompen las olas a dos aguas, como en Vietnam al principio de Apocalypse Now, lo cuenta Robert Duvall (pero aquí sin Robert Wagner de fondo, que es mejor) abriendo el índice y el corazón, y aquí la cerveza blanda se mueve sola dentro del vaso al son del viento, que es donde se va a quedar, y aletea Liz Taylor, qué tristeza tan antigua y tan vital, en el dominical de hoy, con Elvira Lindo, mientras leo ―eso sí que da pena― una Virginia Quarterly Review del 80, un artículo sobre Borges y su madre y Faulkner, preparando el mío al respecto (sobre Faulkner y la mía), para poner en su justo punto a quienes creen haber leído Las palmeras salvajes. La pareja y la niña no tardan en dispersarse. Los cruceros ya son sólo tres, uno de los de levante ha desaparecido. Y en todo momento mi despedida de Bob Dylan en la cabeza, «Dreamin’ of You» (http://www.youtube.com/watch?v=63Hvny7pX8g, con un Harry Dean Stanton muy mayor, en un remedo de Paris, Texas, que no se corresponde con la letra entera, falta una estrofa al menos), que dice así:
Qué mala es la luz aquí
como si fuese desde el fondo de un río.
Ahora en cualquier momento
cuento con despertar de un mal sueño.
Cuánto importa hasta el roce más leve.
Junto a la tumba de un niño que ni rió ni lloró
he meditado sobre mi fe en la lluvia.
He soñado contigo, nada más.
Y me está volviendo majara.
En alguna parte rompe el alba.
Se escurre la luz por el suelo.
Suenan las campanas.
Me pregunto por quién sonarán.
Bajo cualquier estrella viajaré.
Allí donde esté me has de ver.
El pasado sombrío está despierto y es inmenso.
Duermo en el palacio del dolor.
He soñado contigo, nada más.
Y me está volviendo majara.
Puede que me pillen, puede que no,
pero esta noche nanay.
Ojalá tuviera ahora tu mano en la mía
y fuésemos a donde más blanca es la luna.
Años me han tenido preso
Y van y me sueltan en escena.
Hay cosas que duran más de lo que uno pensaría
y tienen explicación nunca jamás.
He soñado contigo, nada más.
Y me está volviendo majara.
En fin: si tengo hambre, como; bebo si tengo sed,
vivo al día.
Aunque se me caiga la carne de la cara
dará igual, con tal que tú ahí estés.
Como un espectro enamorado ando
bajo esos cielos de espanto.
Me siento más lejos que nunca,
más lejos de lo que podría.
He soñado contigo, nada más.
Y me está volviendo majara.
Todo lo que me encuentro hoy brilla,
qué raro e insólito este otoño.
Espirales de resplandor dorado en plena tormenta.
Puede que estuvieras, puede que no;
puede que tocaras a alguien y te quemaras.
El sol callado me ha puesto a correr,
en la cabeza un agujero que ha quemado.
He soñado contigo, nada más.
Y me está volviendo majara.
Podría seguir por «Love Sick», claro. «Most of the Time» ya la hice en su día. Podría segur por «Beyond Here Lies Nothing». E incluso, remontándome en el tiempo, por «Tangled Up in Blue» camino del cole, a las nueve menos cinco, por la calle Tafalla y la calle Olite. Es una canción que a Sam le gusta. Pero no, por ese camino no seguiré. Y tampoco voy a decir que no hay nada más feliz que una pareja triste de la que no formas parte.