martes, 8 de febrero de 2011

La salud

Mientras me investigan dónde han aparecido y qué gravedad revisten, y si no es gravedad será peligro, las úlceras que parece que se han reproducido, se me rompe un cordón de los zapatos y no la lengüeta, sino la tira del otro, que también se me rompió en la mano la tapa de la Divina Comedia, traducción de Mitre, ed. de 1897, en una buena demostración de que las cosas no suceden aisladas, sino todas en bloque, lo cual querrá decir que habrá que esperar lo peor, o no, porque eso siempre nos pillará desprevenidos por más que lo esperemos, y mientras tanto voy al médico con el alma en un pañuelo y resuelto a echar la mañana y parte de la tarde, y con buena lectura, que ir al médico es ir a una sala de espera, me digo: pero si tú no tienes alma, o como mucho de cántaro, pañuelo nunca uso, y ya voy pensando que mañana o pasado se romperá el cordón del otro de mis zapatos Made in Argentina, que apenas me he quitado no sé si en seis u ocho años, que así de buenos son, y así costaron, y bien amortizados que están, dicho sea para quienes me riñeron en su día por gastar tanto en zapatos, que a fin de cuentas son como las úlceras, y al final revientan, por buena que sea la pasta de que estén hechos, o se romperá el cántaro de tanto ir a la fuente, que están de pronto verdes estos campos del sur, todo lo verdes que pueden estar, y no es poco, como si el riego hubiera sido intensivo en el último mes, y ayer en Murcia provincia ya había recolectores a troche y moche, recogiendo a saber qué, huertanos, mientras Murcia City (donde siempre me perdía, ya he encontrado el norte: la construyó Abderramán III y aún no lan terminao) sigue siendo un caldero, y ayer los escotes eran de vértigo; luego el médico hará sus pruebas y dirá lo que le pete, y yo tendré que pensármelo, o actuar en consecuencia, al tiempo que aquí no mejora el tiempo, y en esta casita pal verano hace un frío que no veas, y a ella me vuelvo del médico, que es camino Murcia, a recapacitar sobre la ulceración mientras traduzco Ebrio de enfermedad, título provisional, un libro que quise hacer primero a medias con mi hermana, que motivo tiene, luego a medias con una amiga granaína, que por qué no, y que finalmente hago solo, en el que un crítico literario norteamericano desgrana su experiencia de un diagnóstico canceroso ―de próstata― y su experiencia hospitalaria, y todavía era ayer cuando mi hija, que estuvo aquí unos días deliciosos, me preguntaba si no me iba a dar palo, y le dije que al contrario, que iba a ser terapéutico, y lo está siendo, ya sólo falta que vuelva el tiempo bueno por estos pagos, aunque a lo que se ve pues parece que va a tardar.
         Los cordones de los zapatos nunca se rompen de uno en uno. Las úlceras no salen solas. Los sudores nocturnos ―salgo en barco de la cama, hecha piscina― tendrán un porqué, y no seré yo el que lo pregunte. Sólo ha sido la mañana en el médico y total pa na.

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