miércoles, 5 de enero de 2011

Fúrgol


Al Levante, o al Almería, se le marcan ocho con la gorra. Marcarle uno al Atleti (de Bilbao) es una proeza. Tres tiempos ha tenido el Atleti al Barça sin marcar. Y entonces viene Abidal, cesión bien entendida y generosa de Villa, pase de Iniesta memorable, y marca su primer gol con la camiseta blaugrana. Un 1-1 en San  Mamés que, goles en campo contrario ―toda la vida explicándoles esta norma a Adela y a Samuel, sin que la entendiesen―, a los bilbaínos ―va por ti, Igu―, os dejan con la honra intacta, y el de Llorente es un golazo, y a los culés nos ponen donde queríamos.  Azulgranamente me solidarizo rojiblanco y me pongo de la vera del Nervión. Pero al revés no podía haber sido. Ni a tiros nos habrían ganado. Eso sí: ha costado un congo. Nunca se vendió más cara una derrota. (He pensado, sin fumar en el descanso, que San Mamés era Stamford Bridge.)
Ha costado más que hacer pan con escamas de pez.
He visto el partido en la Peña Barcelonista del pueblo. Sentado a la vera de un señor de Macael, tierra del mármol, que resulta que fue guardia civil en Lecumberri ―las kas de los topónimos en mi lengua, que se las metan por la ka los mismos que quieren decir Ourense o Lleida, llamándose ambas ciudades, en mi lengua, Orense y Lérida― durante veinte años, en los setenta más bien. Yo entonces aún no delinquía. Si no, altas probabilidades de que me hubiese detenido. Y hubiésemos visto juntos un Atleti-Barça en la Catedral como un abuelo con su nieto. Hoy, en el entreacto ―él no fuma, y calza boina; yo lo intento, y no la llevo―, hemos hablado de las cuevas de Muguiro y de San Miguel de Aralar.
Detrás de mí, un señor al que le ha ido bien el tratamiento de un cáncer de páncreas que le han hecho a su señora en la clínica de la puta universidad de navarra, todo con minúsculas, que es como se llama en mi casa la puta cun. Más atrás, dos negros más negros que Abidal, que no sé a qué se dedican, pero que han llegado en patera, seguro.
Sólo me ha jodido una cosa de todo el partidazo: no había en la Peña ni una sola mujer. El día de la manita al Madrid ―Daniel: no todo está perdido― había un par, pero hoy éramos todo tíos. A ver cuántos roscos le mete mañana el Madrid ¿al Levante? Que yo me levante y lo vea. Y en mi nevera, las naranjas de la Levantina, que es la que de verdad me la levantina, a falta de. En la Copa, o juegas con el Atleti o no vale. Luego llegas a la final y te gana el Betis.

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