viernes, 8 de octubre de 2010

Las olas

Una amiga muy querida me escribe y me dice que se acuerda de mí (“te pienso”, dice exactamente) cuando “ayer, sin ir más lejos… vi una foto de Iñigo a un grafitti del tsunami que llevabas de salvapantallas”.

Pero la memoria es muy perra: aquello no era un graffiti de un tsunami, era un cuadro de Hokusai. Y existía una razón para que fuera mi salvapantallas: sobre ese cuadro había escrito Wolfgang Caspar Jodelich esto que sigue:

«La mirada con que barremos la historia, todas las historias, aun sin barrer para casa, ya sea para abarcarlas en su conjunto, ya para quitar el polvo y las telarañas de sus más recónditos rincones, es la misma que posa el gran Katsushika Hokusai sobre su no menos grandiosa “Ola de Kanagawa”: nos abruma el poderío de la mole acuática, nos reconforta el detalle con que desprende el viento cada esquirla de espuma en la cresta, nos aterra el destino de los diez marinos cuya canoa se precipita al seno de la ola, que se abre como las fauces del cetáceo; nos consuela la buena estrella de los que por la izquierda ya coronan la rompiente y salvan el embate, y nos maravilla la simetría de la ola en primer plano y el Fujiyama nevado que cierra el campo visual. Nadie ha reparado en los dos campesinos que roturan la tierra con el buey uncido al arado al pie de la montaña.»


 Además, la observación de Jodelich lleva por contrapeso una réplica de Felix Felagen, una de las poquísimas cosas que escribió. Está publicada en el mismo número que la viñeta de Jodelich, encarada con la viñeta de Hokusai. En cuanto a la cita lapidaria que sigue, que es de Samuel Clemens, o Mark Twain, también aparece en una de las páginas del mismo número de la revista. Y en otra aparece ésta:

Nieves del Fujiyama

«Quien no sepa comprender / la historia de tres milenios / permanecerá a oscuras, / sin experiencia, viviendo al día.»
―Goethe

»Viena, primero de enero. El Prater, gélida mañana, desierto de alucinaciones. En ese silencio de sepulcro blanqueado, de muerte pintarrajeada, la única caseta abierta, con luces como reclamo, ofrecía Perversionen sexuales en versión cinematográfica.
»Vivimos en una época de creciente enfriamiento climático. Es cada vez mayor la superficie que cubre la nieve. Se agrandan los glaciares de los Alpes, en todos los valles de Suiza dicen los lugareños que las nieves duran demasiado. Y más que nevará, se oye apostillar en las tabernas.
»Es cada vez más tardío el fin del invierno, se retrasa cada vez más el comienzo de la primavera, y se sabe que es en esta época del año que va desplazándose de marzo a abril, y no sería de extrañar que este mismo año se postergara hasta mayo, cuando nace la mayoría de los esquizofrénicos, lo cual hace pensar que tan terrible enfermedad quizá se deba a un virus especialmente activo con la adversidad del clima. (Si así se confirmase, cabría albergar la esperanza de que se hallase curación, pues la esquizofrenia sería mero resfriado.)
»Lo que acontezca en la tierra bajo el manto de la nieve, las alteraciones del paisaje, las grietas que reviente el hielo sin hacer ruido y los corrimientos del suelo que nos sustenta, sólo será visible cuando la nieve se retire. Al derretirse, veremos los estragos que ahora encubre la gruesa, extensa capa blanca. Quedarán en pie durante semanas, tras el deshielo, los ciclópeos muñecos de nieve que hayan amasado los niños, así sean tocones apelmazados o muñones informes. Así la actualidad que respiramos y nos intoxica, en la falda del Matterhorn o al pie del Fujiyama, y que nos impide ver cómo nos rehace o nos deshace la Historia.»
―Felix Felagen, respuesta a
«La mirada con que barremos la historia».
Wortlösigkeit, nº 4. Berna, 1931.

La tinta misma con la que está escrita toda la historia es puro prejuicio líquido.
―Mark Twain, «Discurso en Nueva York» (1905)

A todo lo cual sólo se me ocurre añadir que el mar, estando tan cerca, es lo más lejano que existe. Moja, pero no se puede tocar.

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