lunes, 1 de noviembre de 2010

Las medias docenas

La cosa no va mal, pero bien tampoco va. Ni siquiera va mediada.

Si influimos en el clima, ¿por qué no paramos todos los relojes antes que se nos paren del susto?

Murió el mismo día en que nació, 49 años y muchos tumbos después.

No lo pudo salvar ni siquiera su propio hijo, al contrario que a aquel militar republicano al que fueron a buscar las tropas fascistas, en su domicilio, en agosto del 36. Salieron los soldados un poco esparavantados porque en el momento en que llegaron a la casa del militar se encontraron a su esposa dando a luz al hijo en el lecho conyugal, sin soñar que el marido, y padre, estuviera escondido debajo de la cama. Era mi tío abuelo.

Úterotumba es una acuñación muy beckettiana, que es en lo que andamos. Wombtomb. Por azar acabo de darme cuenta de que si traicionamos el género gramatical natural y si ponemos úterotumbo, ganamos en sonoridad, en fidelidad, en rotundidad semántica y fonética y andamos más cerca de la formación del autor columpiado entre la cuna y la sepultura. Es lo mismo que el paso del mango a la manga, y no hablo de sartenes, ni del Mar Menor, sino de la misma fruta.

Media docena no es lo mismo que una docena media, ni de tornillos ni de lentejas, ni es lo mismo si es de ruedas que si es de flotadores, ni de huracanes que de anfibios, ni de huevos que de ostras, bien o mal medida. Ni es lo mismo buscar a Roma en Roma, como hicimos hace un año, que encontrarla aunque sea debajo de las piedras, adocenada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario