lunes, 15 de noviembre de 2010

Lo que va a ocurrir mañana

Bloody Sunday. Bueno, salvo que hayan degollado a un gallo en la vecindad, que podría ser, porque cantan menos, exactamente bloody no ha sido. Ha sido anodino, como todos. Pero es que de los domingos esperamos cuando menos un asesinato y al final todo queda en nada. Y nunca se puede saber, salvo que al fin de semana sigue un lunes otra vez
Trabajo, paseo rápido por la playa de Vera, berenjenas con miel (en El Cenachero escriben berengena con ge), Carlos pegado a la pantalla de su microodenador, becketteando. Pregunta ahora por el libro sobre los Crosby, Black Sun, que alguna vez le presté un rato. A saber dónde para ese libro, le digo. Estará en Pamplona, dice. Estará en Pamplomo, convengo. Y pregunta por qué escribo Maiakovski con i latina las dos, pero es la transliteración que pide mi lengua.
Recapacito en que dice Vicente Fernández, maestro de traductores, que montar un taller sobre Rumbo a peor es muy duro para los asistentes, pero que por eso mismo es generoso. La dureza es generosa. Un taller en el fondo no es sino abrirse la cabeza como una sandía madura, no sé si eso es generoso o es duro, de la sandía depende. Curiosamente, Rumbo a peor surgió ―nuestra traducción a diez manos― de un taller en el que llevamos el simulacro que es todo taller hasta sus últimas consecuencias, cinco cerebros conectados en línea de manera permanente. Luego de año y medio sesioneando para hallar soluciones a lo imposible (el propio Beckett se abstuvo de traducir el texto al francés, la traducción francesa de Edith Fournier no nos sirvió más que para corroborar la elección del título, Cap au pire), publicamos el librito en edición bilingüe y hoy inencontrable. El capitán del barco que se iba rumbo a peor no fui yo, fue Daniel Aguirre, que por lo visto ha andado cerca del premio gordo con uno de sus Ashberys. Daniel es un pamplomés residente igual da si en D. F. o en Cambridge. La última vez que lo vi pasó por delante de mí (yo estaba en el coche, le cedí el paso en la cebra de la plaza de los Fueros, o de los Forros) sin reparar en que dentro del coche estaba yo.
Y así van las cosas.
Todo vino de un desafío, o del vino vino. Esto no se puede traducir, dijo alguien. Y a la vista está que sí. Nada es imposible. Lo hicimos pasando por Turín, que es donde un domingo demoníaco terminamos la primera versión mientras traducíamos a Michael Cunningham, al cual luego traduje solo yo, al cual vi en San Sebastián tan campante. En mi ejemplar de trabajo, dedicado por los otros cuatro miembros de la tripulación (le chant de l’equipage), lo que dice Daniel es premonitorio. «La muerte no nos ha pedido que le reservemos un día libre.» Es una frase del Proust, de Beckett. El Proust es un librito que traduciré este año gracias a los buenos oficios de Ana Estevan y, sobre todo, gracias a la generosidad nada dura de Juan de Sola. Gracias a todo lo cual he podido leer el Tiempo perdido cotejando las dos versiones, de Armiño y de Manzano, que se parecen entre sí como un huevo a una castaña. Pero la gran experiencia lectora está en el cotejo, no en uno de los dos textos aislados.
Si de mí dependiera dedicaría la semana a beckettear con Jose, una vez rescatado del secuestro de su congreso AEDEAN, pero hay otros imperativos. El Sueño con mujeres que ni fu ni fa ha de esperar, como espera en algún lugar del metro la chica que leía Molloy en francés. Carlos tararea melodías imposibles. Qué lejos el gallopedro que nos cenamos nada más llegar. Es un pez cantante: canta el gallo y luego a Pedro se lo llevan todas las negaciones. Las afirmaciones se nos llevarán a la tarde por poniente.

2 comentarios:

  1. Y yo que te imaginaba caminando por algún desierto almeriense, como Travis, con gorra roja, barba crecida, corbata y guaraches, sobre los acordes de la guitarra de Ry Cooder... Y mira por dónde vas y te colocas unas alas hechas a medida por Peter Handke. Que vueles, tío, pero bien alto. Y que me alegro.
    Un abrazo,
    Juan

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  2. Tiempo ha de haber para todo. También para darse un garbeo "Until the End of the World", con suerte. Las alas del deseo no son incompatibles con el caminar a ras de tierra.
    Agradecido por tu comentario,
    Miguel

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